QUIERO SER INOCENTE...
Con ojeras inflamadas, ojos ardiendo, mi pulso inestable y un cansancio que recorre mi cuerpo escribo este blog.
Desde el jueves por la noche ya el alcohol me cosquilleaba y sin atender a mis autorecomendaciones me entregué un fin de semana más a los brazos de Baco y su comitiva.
Para colmo de males, uno organiza las salidas y nunca faltan los cabrones que levantan la mano para integrarlos a tu desmadre y seguir esa mala senda llena de porquería, el camino sucio y divertido de la peda. Viernes por la noche comenzamos por irnos a pasar el fin de semana a Cuernavaca en casa previamente rentada por internet. 500 metros cuadrados de terreno, alberca, 5 recámaras, 3 baños, refri, terraza y mucho pasto.
Asignación aleatoria de recámaras ó más bien agandalle de las mismas, que básicamente no sirven para nada más dejar la maleta y sentir que a uno le pretenece algo. Después de todo siempre hay un baño, sillón ó asiento trasero de coche que en estados estílicos pudieran parecer más cómodos que los lugares convencionales.
El viernes mientras nos instalábamos echamos el trago que demandaba el lugar en el que nos encontrábamos, disquitos, platiquita, vanalidades, profundizaciones y demás se manejaron hasta las 5am que a falta de agua quina y coca no nos quedó otra más que irnos a dormir, esperando retomar el ambiente el siguiente día.
Esperaba levantarme con mi recién asumido papel de anfitrión y limpiar la casa, pero no fué así porque para mi sorpresa la casa incluía a una famuya de plática tímida pero de trato agradable, se ofreció a ayudarnos con el desayuno que se preparó después de ir al supermercado por víveres y claro, más alcohol. Ya era medio día cuando alrededor de la mesa planeabamos las actividades del día y que incluía asolearnos, partidos de foot-ball, leer y repartirnos las bebidas compradas. De repente algo arruinó parte de nuestro itinerario, el cielo decidió que nomás porque si interferiría con el sol y se nubló provocando que los trajes de baño frustraran su ida para ser utilizados. El resto de las actividades sin molestia alguna siguieron su curso comenzando por repartir el alcohol previamente abastecido en un supermercado cercano. El foot-ball no sufrió tampoco de desajustes y la comida menos, una terraza nos cobijó mientras tragamos carne asada y los correspondientes accesorios que la acompañan: quesadillas, chiles toreados, cebollas asadas con limón, carne tártara y tostadas y por supuesto cubas, chelas y vodkas. La tarde transcurrió teniendo en mente que ya que fuera más tarde culminaríamos en alguno de los antros que hay en la zona, como el buen fin lo ameritaba.
Calentamos motores pegando de brincos con ritmos electrónicos que al calor de saber que terminaréimos en antro popero, derivaron en grupos ochenteros de coreografías establecidas y castings basados en físico y detalles más importantes que una buena voz. No importa, todos las bailamos como si fuera parte de un culto que reviviría esas épocas. De repente ya estábamos cambiados, bañados, perfumados y repentinamente hasta sobrío me sentía para manejar. Empezamos por el antro mamón y vacío, terminando en el cordial y atascado festejando el aniversario de un antro al que por cierto para todos era la primera vez que asistíamos a enrolarnos en las filas de alcohólicos que acuden a la vida nocturna de esa ciudad.
Luces intermitentes, ritmos con beats demasiado conocidos y una multitud con moda similar se aglomeraban por todo el lugar buscando pertencer a la noche del 5to aniversario. Una entrada conocida, música de épocas anteriores, un performance tal como se hacían hace 20 años los primeros y comnzó formalmente la noche en aquél lugar. Nosotros como recién entrando al trance comenzamos a movernos y de repente ya estábamos comulgando con la bola de gente que hacía lo propio siguiendo los ritmos que iban y venían por las bocinas del lugar que mantenían una constante de bajo.
La noche transcurrió mantenida en vivo por 3 litros de casa bacardí que nos mantuvieron con vida hasta que mis ojos se cerraron a las 6:15 am del domingo esperando no contar con cruda, aunque por supuesto no haces nada por evitarlo, simplemente tomas y tomas y tomas más sin concientizar sobre consecuencias.
A las 12 del día que abrí mis ojos, sentí que algo me coscorroneó la cabeza, era la cruda que me reclamaba los daños corporales en mi ser. Que me castigaba con pasos lentos y movimientos torpes, con una sed inacabable y con nauseas que no se calmaron con los dos tacos de barbacoa y consomé, mucho menos con las dos chelas que me tragué. Una vez descomido lo anterior, procedí al regreso al DF.
El camino lo recuerdo con una canción que no sé de qué habla, solo sé que repite constantemente "quiero ser inocente...completamente inconciente..." no puedo más que acomodarla a mi situación y pensar que debo de tomar en cuenta el daño que me hice, pero, que quiero ser inconciente, que quiero que esto pase y ser perfectamente inocente.