ALCOHOLÍMETRO
(Se sugiere leer el capítulo anterior para comprender la cronología)
11:00 pm: Llegada a antro conocido como Pasagüero. A decir verdad la música no la recuerdo, el acompañamiento creo recordarlo, aunque estoy seguro que si ciertas personas me dicen que no fueron, no lo cuestiono porque honestamente no recuerdo. Todo me parece borroso, creo que dije, creo que hice, pero en verdad que mi memoria patina y repatina.
Más tarde: Las horas ya no existen, y creo que me ha servido platicar con aquellos que me acompañaban porque ya no recordaba haber acudido a otro antro a seguir en esto. No entramos ya que al parecer a dos de los noctámbulos que nos acompañaron les detectaron en obvias razones su edad.
Me dicen que fue entonces cuando decidí que podíamos ir a otro lugar a seguir la fiesta. Mezanine del Hostal Virreyes, sin problema entramos y creo que seguí ingiriendo alcohol en alguna otra presentación, creo que cerveza ó fue un vodka. ¿Realmente estuve ahí? No lo sé, de repente algo fuera de lo normal en camino a mi casa me detuvo. Una lámpara de mano con la luz en dirección a mis ojos hizo que me orillara. Bajé el vidrio y de manera muy amable me pidieron que pasara a hacerme la prueba del alcohol. Ya alguna vez lo había hecho y pasé exitosamente el reto del Distrito Federal a mi copiosa manera de beber. Al parecer realicé bastantes bromas antes, durante y después de la prueba, pero en este caso la alegría y la simpatía no compran lo que pudiera en otras situaciones, “Señor, usted será remitido a la delegación y su auto se lo llevará la grúa”, medio recuerdo que llamé por teléfono, algunos contestaron algunos no, subí, bajé de mi coche, platicaba, pretendía remediar lo que sucedía y no conseguí nada, me subieron a una cómoda patrulla y me llevaron a la delegación, no pregunté más, bajé, me llevaron a un juez, al cual no recuerdo, me llevaron con un doctor, y solo había confusión en mi cabeza, creo que incluso tenía una sensación de diversión, de estar viviendo una buena experiencia más para contar. Nos llaman a varios, que no sé de dónde salieron pero que fueron suficientes como para llenar la tan famosa Julia. ¿A dónde nos llevaron?, no sé, a mi alrededor estaban varias clases sociales y sus correspondientes humores, atuendos y comportamientos, un solo factor común era el nivel de alcohol que circulaba por nuestras cabezas.
Creo que eran las cinco de la mañana cuando llegamos a “El Torito”, lugar donde se reúne a todos los infractores de alcoholímetro, aún estaba oscuro, bajé y me hicieron una revisión al estilo del cateo antrero, vacié mis bolsas, saqué la cartera, me quité reloj y demás y todo lo colocaron en una bolsa de lona, se realizó un inventario, del cual me dieron copia, dejaron que mantuviera mis cigarros, claro, en el primer retén, habría un segundo donde medio me quisieron quitar el vicio, pero con unas cuantas caritas de ebriedad rogona, me hicieron la “valona”, les anotaron mi nombre y me los guardaron en un cajoncito. Acto seguido pasé al patio, había sillas alrededor, yo me acomodé en una, no quería dormir, tenía mucha curiosidad por vivir esta nueva experiencia, esperaba que nos pusieran a girar alrededor del patio con los brazos extendidos, ó que nos pasaran lista con un oficial gritando tu nombre a la cara, que me levantaran y me acomodaran putiza en cuartos contiguos. Pero nada de eso pasó, al contrario, al dar las 6 , que por deducción lo sé, abrieron los dos pasillos de celdas de las que se conformaba “El Torito” y salieron otros que como yo habían sido detenidos unas horas antes a partir de las 9pm de un día anterior.
Ninguna cara conocida, sin embargo todos nos vemos como cómplices en esta misma historia e incluso hay saludos cordiales entre esta comunidad de alcoholímetro-detenidos. Como parte de nuestra alimentación hay frijoles, huevo y jarras inmensas de té de limón, el cual por cierto me sabe buenísimo y repito por tercer ocasión mientras me fumo uno de los cigarros que amablemente los celadores tienen en custodia.
He terminado y aún siento burbujeo en la cabeza, me siento ebrio y el té solo me ayudó a conservar una temperatura corporal. Me dirijo a mi celda y me detiene para informarme que no puedo meter la taza a la celda…sin indignarme solo se me ocurre contestarles que la necesito para pedir justicia desde mi celda, mientras recreo en sus caras la manera en la que lo realizaría. Unas sonrisas logro arrancarles, pero no por eso me permiten llevarme mi nuevo juguete de peltre a mi aposento.
Mis compañeros de cuarto son amables y es obvio que en la formación previa a entrar a las celdas medio nos dimos color de cómo nos acomodarían y de común acuerdo mental quedamos juntos, misma situación, diferentes condiciones, similitud en algunas cosas, platicamos y yo dormito, sigo ebrio y dirijo la plática a la burla por las instalaciones, sin tomar en cuenta lo bien me han tratado exijo mi “kit”, demando que se me entregue, los que me rodean se confunde por no entender a lo que me refiero. “Poli, pues la armónica, los condones, el jabón” sigo eructando pendejadas y disparates como si aquello se tratase de una broma que me jugaran personas cercanas a mí, amigos, así me sentía, en una fiesta, en el alter, en la cruda cordial. Duermo y como a las 10 nos solicitan salir al patio a una plática por parte de los doble A voluntarios, siento que ya es demasiado tarde y que lo que a ellos les ha ocurrido es en verdad extremo. No me veo amaneciendo en la Alameda Central caminando a las 8 am con los calzones en la mano, ó despertando en los tiraderos de la salida a Puebla. ¿Será posible? ó ¿Será solo un ardid para sentirnos mal por haber sido detenidos por un alcoholímetro, en coche, completamente vestido, con loción en la guantera, con dinero en la cartera?
Nos invitan con limitación de asistentes a pasar a la Biblioteca, comienzo a caer en la cuenta de la cruda y de que ya no me está pareciendo chistoso el estar ahí, que mi cabeza tiene un malestar inexplicable al igual que mi estómago, me quiero ir a acostar pero mi nuevo amiguito me anota en la lista de la biblioteca y voy, no sé si sentirme privilegiado por jugar damas chinas con un extraño y compartir mi lectura con los demás. Ya no sé ¿qué sigo haciendo aquí?, creo que ya lo aprendí, saquenme.
Hora de la comida, calculo que serán las 13 horas y que además ya me sé las hitorias de todos los que están ahí, por lo menos de 20 personas y ya no me importan. No tengo hambre y menos sabiendo que el menú no ha cambiado, es el mismo, no hay refrescos, no hay tacos, no hay tortillas, no hay un chilito, una michelada cubana, no hay más diversión y sin embargo sigo ahí.
“¡Gustavo!”, escucho un grito mientras hago la fila para que me azoten los alimentos en el plato, me asomo y es “mi abogado”, junto a mí llaman a mi nuevo compañero de alcohol, nos volteamos a ver y salimos de la fila a toda prisa, como si nos hubiéramos sacado la lotería, desesperados buscamos al fondo del pasillo a ver qué vemos, quién nos espera, nadie, trámites, firmas, explicaciones sin chiste, sin razón y nos entregan las cosas, las estrañaba, mi reloj, mi cartera, mi dinero, ¡todo esta!, coloco mis agjetas y me indican que puedo salir…la luz, la calle, coches y un grito “¡TORITO!” es mi hermana y mi amiga la rana que han ido a recogerme de mis horas de humillación, me volteo a ver, me siento sucio en verdad, como película donde la protagonista se baña y talla al mismo tiempo su cuerpo vejado en el suelo de una regadera caliente. Y de hecho mi camisa blanca manga corta tiene manchas de vino, de mugre, de celda, de una situación incómoda y vergonzosa.
Me abrazan y me comienzo a sentir mal, una pena enorme, una vergüenza pesada y mucho cansancio. Llego a mi casa, como con hambre, me lleno pronto, tomo un baño y duremo, sueño, y quisiera que lo que sucedió hubiera pasado mientras mi cabeza estuviera en la almohada, pero no fue así, fue tan real que mi vergüenza está presente aún, no se olvida con abrir los ojos y estirarse. ¿Repetirlo?, no me gustaría, ¿que suceda? No lo sé, espero que no. ¿Apredí? Quién sabe…
Pepe el Toro es Incente es una frase que se queda en mi cabeza mientras concilio el sueño, no entiendo porqué si no hay mucha relación, pero está ahí flotando mientras el cansancio me exige sueño.
Más tarde: Las horas ya no existen, y creo que me ha servido platicar con aquellos que me acompañaban porque ya no recordaba haber acudido a otro antro a seguir en esto. No entramos ya que al parecer a dos de los noctámbulos que nos acompañaron les detectaron en obvias razones su edad.
Me dicen que fue entonces cuando decidí que podíamos ir a otro lugar a seguir la fiesta. Mezanine del Hostal Virreyes, sin problema entramos y creo que seguí ingiriendo alcohol en alguna otra presentación, creo que cerveza ó fue un vodka. ¿Realmente estuve ahí? No lo sé, de repente algo fuera de lo normal en camino a mi casa me detuvo. Una lámpara de mano con la luz en dirección a mis ojos hizo que me orillara. Bajé el vidrio y de manera muy amable me pidieron que pasara a hacerme la prueba del alcohol. Ya alguna vez lo había hecho y pasé exitosamente el reto del Distrito Federal a mi copiosa manera de beber. Al parecer realicé bastantes bromas antes, durante y después de la prueba, pero en este caso la alegría y la simpatía no compran lo que pudiera en otras situaciones, “Señor, usted será remitido a la delegación y su auto se lo llevará la grúa”, medio recuerdo que llamé por teléfono, algunos contestaron algunos no, subí, bajé de mi coche, platicaba, pretendía remediar lo que sucedía y no conseguí nada, me subieron a una cómoda patrulla y me llevaron a la delegación, no pregunté más, bajé, me llevaron a un juez, al cual no recuerdo, me llevaron con un doctor, y solo había confusión en mi cabeza, creo que incluso tenía una sensación de diversión, de estar viviendo una buena experiencia más para contar. Nos llaman a varios, que no sé de dónde salieron pero que fueron suficientes como para llenar la tan famosa Julia. ¿A dónde nos llevaron?, no sé, a mi alrededor estaban varias clases sociales y sus correspondientes humores, atuendos y comportamientos, un solo factor común era el nivel de alcohol que circulaba por nuestras cabezas.
Creo que eran las cinco de la mañana cuando llegamos a “El Torito”, lugar donde se reúne a todos los infractores de alcoholímetro, aún estaba oscuro, bajé y me hicieron una revisión al estilo del cateo antrero, vacié mis bolsas, saqué la cartera, me quité reloj y demás y todo lo colocaron en una bolsa de lona, se realizó un inventario, del cual me dieron copia, dejaron que mantuviera mis cigarros, claro, en el primer retén, habría un segundo donde medio me quisieron quitar el vicio, pero con unas cuantas caritas de ebriedad rogona, me hicieron la “valona”, les anotaron mi nombre y me los guardaron en un cajoncito. Acto seguido pasé al patio, había sillas alrededor, yo me acomodé en una, no quería dormir, tenía mucha curiosidad por vivir esta nueva experiencia, esperaba que nos pusieran a girar alrededor del patio con los brazos extendidos, ó que nos pasaran lista con un oficial gritando tu nombre a la cara, que me levantaran y me acomodaran putiza en cuartos contiguos. Pero nada de eso pasó, al contrario, al dar las 6 , que por deducción lo sé, abrieron los dos pasillos de celdas de las que se conformaba “El Torito” y salieron otros que como yo habían sido detenidos unas horas antes a partir de las 9pm de un día anterior.
Ninguna cara conocida, sin embargo todos nos vemos como cómplices en esta misma historia e incluso hay saludos cordiales entre esta comunidad de alcoholímetro-detenidos. Como parte de nuestra alimentación hay frijoles, huevo y jarras inmensas de té de limón, el cual por cierto me sabe buenísimo y repito por tercer ocasión mientras me fumo uno de los cigarros que amablemente los celadores tienen en custodia.
He terminado y aún siento burbujeo en la cabeza, me siento ebrio y el té solo me ayudó a conservar una temperatura corporal. Me dirijo a mi celda y me detiene para informarme que no puedo meter la taza a la celda…sin indignarme solo se me ocurre contestarles que la necesito para pedir justicia desde mi celda, mientras recreo en sus caras la manera en la que lo realizaría. Unas sonrisas logro arrancarles, pero no por eso me permiten llevarme mi nuevo juguete de peltre a mi aposento.
Mis compañeros de cuarto son amables y es obvio que en la formación previa a entrar a las celdas medio nos dimos color de cómo nos acomodarían y de común acuerdo mental quedamos juntos, misma situación, diferentes condiciones, similitud en algunas cosas, platicamos y yo dormito, sigo ebrio y dirijo la plática a la burla por las instalaciones, sin tomar en cuenta lo bien me han tratado exijo mi “kit”, demando que se me entregue, los que me rodean se confunde por no entender a lo que me refiero. “Poli, pues la armónica, los condones, el jabón” sigo eructando pendejadas y disparates como si aquello se tratase de una broma que me jugaran personas cercanas a mí, amigos, así me sentía, en una fiesta, en el alter, en la cruda cordial. Duermo y como a las 10 nos solicitan salir al patio a una plática por parte de los doble A voluntarios, siento que ya es demasiado tarde y que lo que a ellos les ha ocurrido es en verdad extremo. No me veo amaneciendo en la Alameda Central caminando a las 8 am con los calzones en la mano, ó despertando en los tiraderos de la salida a Puebla. ¿Será posible? ó ¿Será solo un ardid para sentirnos mal por haber sido detenidos por un alcoholímetro, en coche, completamente vestido, con loción en la guantera, con dinero en la cartera?
Nos invitan con limitación de asistentes a pasar a la Biblioteca, comienzo a caer en la cuenta de la cruda y de que ya no me está pareciendo chistoso el estar ahí, que mi cabeza tiene un malestar inexplicable al igual que mi estómago, me quiero ir a acostar pero mi nuevo amiguito me anota en la lista de la biblioteca y voy, no sé si sentirme privilegiado por jugar damas chinas con un extraño y compartir mi lectura con los demás. Ya no sé ¿qué sigo haciendo aquí?, creo que ya lo aprendí, saquenme.
Hora de la comida, calculo que serán las 13 horas y que además ya me sé las hitorias de todos los que están ahí, por lo menos de 20 personas y ya no me importan. No tengo hambre y menos sabiendo que el menú no ha cambiado, es el mismo, no hay refrescos, no hay tacos, no hay tortillas, no hay un chilito, una michelada cubana, no hay más diversión y sin embargo sigo ahí.
“¡Gustavo!”, escucho un grito mientras hago la fila para que me azoten los alimentos en el plato, me asomo y es “mi abogado”, junto a mí llaman a mi nuevo compañero de alcohol, nos volteamos a ver y salimos de la fila a toda prisa, como si nos hubiéramos sacado la lotería, desesperados buscamos al fondo del pasillo a ver qué vemos, quién nos espera, nadie, trámites, firmas, explicaciones sin chiste, sin razón y nos entregan las cosas, las estrañaba, mi reloj, mi cartera, mi dinero, ¡todo esta!, coloco mis agjetas y me indican que puedo salir…la luz, la calle, coches y un grito “¡TORITO!” es mi hermana y mi amiga la rana que han ido a recogerme de mis horas de humillación, me volteo a ver, me siento sucio en verdad, como película donde la protagonista se baña y talla al mismo tiempo su cuerpo vejado en el suelo de una regadera caliente. Y de hecho mi camisa blanca manga corta tiene manchas de vino, de mugre, de celda, de una situación incómoda y vergonzosa.
Me abrazan y me comienzo a sentir mal, una pena enorme, una vergüenza pesada y mucho cansancio. Llego a mi casa, como con hambre, me lleno pronto, tomo un baño y duremo, sueño, y quisiera que lo que sucedió hubiera pasado mientras mi cabeza estuviera en la almohada, pero no fue así, fue tan real que mi vergüenza está presente aún, no se olvida con abrir los ojos y estirarse. ¿Repetirlo?, no me gustaría, ¿que suceda? No lo sé, espero que no. ¿Apredí? Quién sabe…
Pepe el Toro es Incente es una frase que se queda en mi cabeza mientras concilio el sueño, no entiendo porqué si no hay mucha relación, pero está ahí flotando mientras el cansancio me exige sueño.