Insomnio (Sueño a ojo abierto)
Aquél día habría obtenido el sueño deseado, pero era una noche de escandalosa lluvia que después de una caluroso día provoca una humedad incómoda. A pesar de mi cansancio, mis párpados no se cerraban, no querían, había algo que se los impedía y no era precisamente vigilia, no había luz, la electricidad en la zona desapareció después de que un rayo trozó de tajo el poste de la esquina, igual que años antes uno partió en dos aquél árbol milenario liberándolo de su existencia en la tierra.
No podía calmar mi insomnio con el televisor o con una conexión rápida a internet, no había cosa que me distrajera y a la vez no quería distraerme en algo, quería cerrar los ojos y aunque no soñara quería descansar, recuperar fuerzas, sumergirme en ése oscuro placentero y viajar por la ubicuidad del sueño sin querer saber a donde me llevaría, no me interesaba saberlo, no lo necesitaba y creo que a fin de cuentas a nadie nos importan los lugares donde somos llevados, no tiene relevancia ¡Yo solo quiero dormir!
Me comenzaba a desesperar, giraba en mi cama, había sudor en mi frente, en mi pecho, en mis axilas, me quité la camisa y me sequé esas gotas producto del calor asfixiante que invadía mi cuerpo, abrí la ventana y no recibí confort alguno porque el ambiente estaba invadido por ese calor húmedo, por un sopor que ahogaba. Regresé a mi cama, miré el techo, extendí mis brazos y mis piernas, pretendiendo que la sangre recorriera un camino más largo y me enfriase. No obtuve resultados y sin poder cerrar los ojos decidí viajar por los sueños, aventurándome a visitar los sitios que tiene la mente reservados únicamente cuando duermes a ojo cerrado, cuando duermes cansado, cuando duermes con sueño.
Fue entonces que un sonido afilado penetró por mis oídos taladrándome el cerebro y la sangre regresó a mis ojos, recuperé la vista y me di cuenta de que siempre estuvieron abiertos. De la raíz de mi cerebro un fuerte dolor se extendió por mi cabeza, tan fuerte que me hizo gritar y como resorte levanté medio cuerpo de la cama, estaba empapado al no poder ceder ante un calor aún más intenso.
Decidí tomar algún analgésico y me levanté de la cama, sin poder ver avancé despacio midiendo cada paso a la cocina, sufría de una ceguera casi absoluta, solo sombras, por las ventanas solo veía un cielo negro, una noche sin luna y sin estrellas, como pocas, como las que nunca quisiéramos tener, todo es penumbra y todo es un simple contorno, dos tonos, matices oscuros. Al fondo del pasillo escuché que alguien lloraba, alguien ahí mismo, en medio del pasillo a la cocina, me detuve y traté de escudriñar en ése negro de mi alrededor para ver quién era. Me atreví a dar un paso ya que ubiqué la figura de donde provenían esos lloriqueos lastimeros, había alguien ahí, en el suelo, recargado a la pared, di dos o tres pasos más hacia esa persona y en mis pies sentía pelo, mechones de cabello que tapizaban alrededor de ése ser. No alcanzaba a descifrar quien era. Avancé un poco más inclinándome hacia él y sin descuidar la medición de mis pasos, aunque los daba eran cada vez más cortos, agaché mi cuerpo hacia ésa sombra con volumen recargada en el muro y acurrucado, hecho bola, con la cabeza entre las rodillas y las manos cubriendo su boca para no emitir más ése sonido acompañado de lágrimas...estaba yo! Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, invadió mis mandíbulas y aventó mi cuerpo hacia atrás pero una mano, ¿mi mano?, se estiró y alcanzó a capturar mi tobillo haciéndome presa de él, (¿de mí?), y de un pánico espantoso que no me dejó gritar pero en mis ojos sentía abundantes lágrimas que ya llegaban a mi barbilla.
Privado y preso de mí y de mi miedo alcancé a articular una pierna y a jalonear la otra y a de repente ya pataleaba, con mis manos arañaba el piso, lo hacía con lo que Yo creía que eran todas mis fuerzas, hasta que por fin logré librarme de mi yo captor, me arrastré de espaldas hacia el otro extremo de la habitación tropezando con una silla y golpeándome con la mesa del comedor. Me recargué en la pared de frente a mí, de frente a eso, de frente a lo que desde mi perspectiva era ya una sombra, pero a pesar de esa condición lejana sentía su mirada con una intensa tristeza. Me encogí, me hice bola y quise morderme las uñas pero las había perdido apenas hace unos instantes cuando escapé, me cubrí la boca con desesperación y seguí llorando. Lloraba sin consuelo, pero lloraba sin entender lo que pasaba, sin saber de mí ni de lo que me rodeaba. Lloraba sin mí, sin mente. Lloraba sin sueño. Soñaba con los ojos abiertos, soñaba sin sueño.
No podía calmar mi insomnio con el televisor o con una conexión rápida a internet, no había cosa que me distrajera y a la vez no quería distraerme en algo, quería cerrar los ojos y aunque no soñara quería descansar, recuperar fuerzas, sumergirme en ése oscuro placentero y viajar por la ubicuidad del sueño sin querer saber a donde me llevaría, no me interesaba saberlo, no lo necesitaba y creo que a fin de cuentas a nadie nos importan los lugares donde somos llevados, no tiene relevancia ¡Yo solo quiero dormir!
Me comenzaba a desesperar, giraba en mi cama, había sudor en mi frente, en mi pecho, en mis axilas, me quité la camisa y me sequé esas gotas producto del calor asfixiante que invadía mi cuerpo, abrí la ventana y no recibí confort alguno porque el ambiente estaba invadido por ese calor húmedo, por un sopor que ahogaba. Regresé a mi cama, miré el techo, extendí mis brazos y mis piernas, pretendiendo que la sangre recorriera un camino más largo y me enfriase. No obtuve resultados y sin poder cerrar los ojos decidí viajar por los sueños, aventurándome a visitar los sitios que tiene la mente reservados únicamente cuando duermes a ojo cerrado, cuando duermes cansado, cuando duermes con sueño.
Fue entonces que un sonido afilado penetró por mis oídos taladrándome el cerebro y la sangre regresó a mis ojos, recuperé la vista y me di cuenta de que siempre estuvieron abiertos. De la raíz de mi cerebro un fuerte dolor se extendió por mi cabeza, tan fuerte que me hizo gritar y como resorte levanté medio cuerpo de la cama, estaba empapado al no poder ceder ante un calor aún más intenso.
Decidí tomar algún analgésico y me levanté de la cama, sin poder ver avancé despacio midiendo cada paso a la cocina, sufría de una ceguera casi absoluta, solo sombras, por las ventanas solo veía un cielo negro, una noche sin luna y sin estrellas, como pocas, como las que nunca quisiéramos tener, todo es penumbra y todo es un simple contorno, dos tonos, matices oscuros. Al fondo del pasillo escuché que alguien lloraba, alguien ahí mismo, en medio del pasillo a la cocina, me detuve y traté de escudriñar en ése negro de mi alrededor para ver quién era. Me atreví a dar un paso ya que ubiqué la figura de donde provenían esos lloriqueos lastimeros, había alguien ahí, en el suelo, recargado a la pared, di dos o tres pasos más hacia esa persona y en mis pies sentía pelo, mechones de cabello que tapizaban alrededor de ése ser. No alcanzaba a descifrar quien era. Avancé un poco más inclinándome hacia él y sin descuidar la medición de mis pasos, aunque los daba eran cada vez más cortos, agaché mi cuerpo hacia ésa sombra con volumen recargada en el muro y acurrucado, hecho bola, con la cabeza entre las rodillas y las manos cubriendo su boca para no emitir más ése sonido acompañado de lágrimas...estaba yo! Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, invadió mis mandíbulas y aventó mi cuerpo hacia atrás pero una mano, ¿mi mano?, se estiró y alcanzó a capturar mi tobillo haciéndome presa de él, (¿de mí?), y de un pánico espantoso que no me dejó gritar pero en mis ojos sentía abundantes lágrimas que ya llegaban a mi barbilla.
Privado y preso de mí y de mi miedo alcancé a articular una pierna y a jalonear la otra y a de repente ya pataleaba, con mis manos arañaba el piso, lo hacía con lo que Yo creía que eran todas mis fuerzas, hasta que por fin logré librarme de mi yo captor, me arrastré de espaldas hacia el otro extremo de la habitación tropezando con una silla y golpeándome con la mesa del comedor. Me recargué en la pared de frente a mí, de frente a eso, de frente a lo que desde mi perspectiva era ya una sombra, pero a pesar de esa condición lejana sentía su mirada con una intensa tristeza. Me encogí, me hice bola y quise morderme las uñas pero las había perdido apenas hace unos instantes cuando escapé, me cubrí la boca con desesperación y seguí llorando. Lloraba sin consuelo, pero lloraba sin entender lo que pasaba, sin saber de mí ni de lo que me rodeaba. Lloraba sin mí, sin mente. Lloraba sin sueño. Soñaba con los ojos abiertos, soñaba sin sueño.
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